domingo, 31 de julio de 2016
sábado, 30 de julio de 2016
viernes, 29 de julio de 2016
jueves, 28 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
martes, 26 de julio de 2016
lunes, 25 de julio de 2016
sábado, 23 de julio de 2016
viernes, 22 de julio de 2016
jueves, 21 de julio de 2016
miércoles, 20 de julio de 2016
martes, 19 de julio de 2016
lunes, 18 de julio de 2016
domingo, 17 de julio de 2016
viernes, 15 de julio de 2016
jueves, 14 de julio de 2016
miércoles, 13 de julio de 2016
martes, 12 de julio de 2016
lunes, 11 de julio de 2016
domingo, 10 de julio de 2016
sábado, 9 de julio de 2016
viernes, 8 de julio de 2016
jueves, 7 de julio de 2016
martes, 5 de julio de 2016
lunes, 4 de julio de 2016
sábado, 2 de julio de 2016
Reflexiones de una mujer casada Blanca Oraa Moyua
1
Sentimiento
inesperado
Mónica Menchacatorre empezaba a sospechar que se había equivocado al casarse solo por amor, sin haber tenido en cuenta otros aspectos de la vida, que adquieren importancia cuando la pasión cede paso al compañerismo, al proyecto de vida en común y a la rutina cotidiana.
Notaba que la idea de pasar los fines de semana
con Alonso carecía de alicientes.
Tenía la edad perfecta para decidir hacia donde
enfocar su vida: cuarenta años recién cumplidos.
Era guapa, muy guapa, mas no era consciente de su
belleza, lo cual aumentaba su encanto.
Cutis blanco bien cuidado desde su adolescencia,
solamente maquillados los labios con el rouge de Paloma Picasso, que le gustó
cuando se puso de moda y nunca se atrevió a cambiarlo.
Melena corta de un pelo natural, sano, brillante,
bien cortado.
Un cuerpo perfecto, bien moldeado por la natación
y Pilates dos días semanales.
No había tenido hijos, lo cual se notaba, no solo
en su físico descansado, sino también en que no había adquirido el hábito de
sacrificarse.
Sus noches habían sido tan plácidas como sus días,
ya que todo en la vida le había venido sin esfuerzo.
Había sido pionera en el mundo de la informática y
en cuanto se dio cuenta de que era capaz de hacer unas webs estupendas, decidió
dejar el trabajo en la empresa de su padre, independizarse y dedicarse a hacer
webs por encargo.
Imponía su santa voluntad y entre su encanto
personal y que sus ideas eran muy buenas, conseguía disfrutar y ganar un buen
dinero, que añadido al sueldo de su marido, un considerado ingeniero en
Iberdrola, les permitía llevar una vida muy agradable.
Sin embargo, Mónica no se sentía satisfecha.
Le faltaba algo.
Necesitaba estímulos.
Tenían amigos comunes, matrimonios con los que
solían a cenar los viernes.
Mónica por su parte, solía quedar con su íntima
amiga del colegio, Carlota Abrisqueta, una divorciada encantadora a quien podía
comentar sus pensamientos más íntimos, sabiendo que contaba con su
entendimiento y discreción.
Aquella tarde primaveral en la que el sol hizo
despertar a la naturaleza, Mónica quedó con Carlota para dar un paseo por el
campo, llegando hasta Bermeo.
Quería sacar unas fotos para una web sobre
Vizcaya, mar y montaña.
Poco se imaginaba cuando salió de su casa, que
aquella tarde iba a cambiar el ritmo de su existencia.
Recogió a Carlota en su recién estrenado Toyota y
las dos, dispuestas a disfrutar de lo lindo, se dirigieron a Munguía.
Pararon en Gatika.
Carlota le había hablado de un bosque que podía
interesarle.
Así fue.
Mónica sacó unas fotos y pronto llegaron a Bermeo.
Habían elegido el día perfecto: todos los barcos
estaban en el puerto.
Hechas las fotos decidieron regalarse una merecida
merienda cena en el Asador Almiketxu.
Pidieron quisquillas de aperitivo y un
besugo para las dos, con una botella de Txaklí nº 7 de las bodegas Itsasmendi
de Gernica.
Justo cuando estaban deleitándose en la espera de
que les trajeran las viandas, alguien que entraba se acercó a la mesa y saludó
con gran simpatía a Carlota, quien correspondió al saludo con entusiasmo.
viernes, 1 de julio de 2016
Suscribirse a:
Entradas (Atom)